“Siempre pongo todo”
Súper exitoso en la pantalla chica, Facundo Arana apuesta fuerte y se sube a las tablas con un unipersonal. Aquí, el actor y músico reflexiona sobre los prejuicios, la bondad, la felicidad y el sentido de la vida.

“‘Facu’, hay un casting organizado por el director Alberto Ure, al que te podés presentar perfectamente. Solicita actores, cantantes, músicos y bailarines. ¡Vos les pegás a tres de cuatro!”. Corrían los años noventa cuando un joven Facundo Arana recibió el llamado de su profesora de teatro, Betiana Blum. Tenía 20 años y había perdido su trabajo, por lo que este llamado era “la” oportunidad para abandonar la estación de subterráneo donde tocaba el saxo, cuatro horas por día, para juntar algo de dinero. No lo dudó, y se presentó junto a más de tres mil chicos. Como siempre, el destino metió la cola. “Cuando Lito Espinosa, guionista del programa, me vio durante la prueba, no lo podía creer… Me había visto tocar en el subte, y escribió un personaje inspirado en mí. Así comencé a trabajar en televisión, y nunca más paré. Si trabajás y trabajás, tarde o temprano, las cosas suceden. A mi carrera siempre le puse mucha responsabilidad, ganas y amor, porque soy un convencido de que aquello que hacemos con toda el alma está bien hecho”, define hoy este hombre de 43 años, multifacético por donde se lo mire:?es actor, saxofonista, cantante y aventurero.

La anécdota la cuenta después de gritar en un escenario casi en penumbras: “¡¿Qué sentido tiene el arte en un mundo sin sentido?!”. Es una de las tantas frases que retumban en la sala del teatro Tabarís, donde protagoniza el unipersonal En el aire, bajo la dirección de Manuel González Gil. “Esta obra es muy mágica. Lo más lindo que tiene es que, seguramente, el público piense en ella antes de irse a dormir. Y eso es precioso”, asegura.

– ¿Cuál sería tu respuesta a esa pregunta que te hacés en En el aire?
–Cada día estoy más cerca de afirmar que el mundo pierde el sentido. Hoy leí en el diario sobre nuevas bombas aquí y allá… ¿Acaso el mundo nos quedó tan chico como para fabricar bombas que, literalmente, podrían destruirlo? ¿Cuál es el sentido de hacerlo? Somos nosotros, los adultos, quienes tenemos que buscarle un sentido al mundo para nuestros hijos.

– ¿Eso también es lo que te moviliza a colaborar siempre con actos solidarios y fundaciones?
–El sentido común es lo que me moviliza porque, en realidad, lo que hago es concientizar a la gente, aprovechando que tengo una cara conocida y un micrófono enfrente. No quiero arrepentirme el día de mañana, cuando sea un anciano, por haberme pasado el tiempo hablando de mi ombligo, en lugar de haber usado esa oportunidad para decir cosas realmente importantes que trasciendan al espectáculo. Porque este es muy bonito y entretiene, pero es solo eso.

–Después de ocho años, ¿por qué decidiste volver al teatro porteño?
–Porque me agarraron ganas de hacer teatro, y En el aire es un cuento que siempre quise contar. A todas las historias que la conforman y que interpreto, les pongo el cuerpo y las hago carne. En el 2013 ya la habíamos presentado en Mar del Plata, y después salimos de gira por todo el país. Pero, en su momento, sentí que montarla en Buenos Aires llevaría consigo cierto tipo de prejuicios…

– ¿Qué prejuicios?
–De que soy un actor de televisión al que ahora se le da por hacer teatro. Sin embargo, durante las funciones, me siento muy bien, cómodo y feliz. Así que yo fui el prejuicioso al pensar que me iban a juzgar con eso de que la telenovela no es compatible con el teatro. La verdad es que estudié teatro, no televisión. Trabajé en televisión y me fue muy bien, incluso mucho mejor de lo que me habría imaginado jamás. Actuar es una vocación, pero, además, estoy en un momento de mi vida en donde me puedo dar el lujo de hacer las cosas lúdicamente, y no me importa nada si me equivoco o no. Es genial poder disfrutar así.
Solo se trata de vivir
A los 15 descubrió su vocación, su pasión: ser actor. Dos años después, tuvo que preocuparse por algo mucho más relevante: aferrarse a la vida. Estaba en quinto año, y vivía con sus padres y sus tres hermanas, cuando un día se le inflamó el cuello. Una biopsia dio como resultado un linfoma, llamado comúnmente mal o enfermedad de Hodgkin (un tipo de cáncer que afecta los ganglios linfáticos). A esto le siguió casi un año de quimioterapia, y muchos más de controles, de los cuales salió airoso.

“No encaré la vida de una forma diferente después de haber superado el linfoma. Siempre pongo todo de mí cada vez que encaro algo. Es como una obligación: si no lo hago, siento que fracaso. Y no lo hago solo arriba del escenario, sino cada vez que respiro. Hacerlo es una elección. Es maravilloso ser capaz de llevar a cabo tus decisiones, sean cuáles fueran, con honestidad y sin molestar a nadie”, afirma quien está casado con la bellísima modelo y conductora María Susini, con quien tuvo a India (6) y a los mellizos Yaco y Moro (4).

– ¿Sos de las personas que valoran vivir el día a día, o avanzás sin pensar mucho en el ahora?
–Le doy para adelante, pero también me gusta pensar en el día a día, intentando llevar la mochila liviana, sin abandonar ninguna de mis responsabilidades. Soy consciente del prójimo, y hago todo lo que está a mi alcance para que los que me rodean estén cómodos y contentos. Me importa la salud y el bienestar de los míos, pero entre “los míos” también están todos. Porque un chico que camina por la calle con hambre podría ser mi hijo, así que, en lo posible, intento ayudarlo.

–Hay quienes te critican diciendo que eso es solo una postura.
–La verdad es que esa opinión no me interesa. No me importa lo que puedan opinar, salvo que sea alguien importante para mí o quiera saber su opinión. Yo sé quien soy, y la gente que me conoce también lo sabe. Nadie es tan bueno, ni nadie es tan malo. Yo elijo ser lo más bueno posible. Los que deciden hacerse los ácidos, alegando tener una postura auténtica, para mí son unos idiotas. Porque se puede ser auténtico, tratando de ir por la vida haciendo siempre lo mejor posible, para uno y para los demás. Solo hay que elegir ir por un camino o por el otro: yo opto por acariciar tu mejilla en lugar de pegarte una cachetada.

– ¿Alguna vez le pusiste el alma a algún proyecto que no funcionó?
–Los grandes golpes de la vida no son los fracasos que puedas tener en el camino, sino perder a tu mamá, a tu papá o cualquier ser querido. El resto son circunstancias que te llevan –o no– a ser exitoso. Mi verdadero éxito es poner lo mejor que tengo para que algo se haga posible.

–Muchos escaladores afirman que cada uno tiene su propia cumbre que conquistar, sin referirse exclusivamente a la montaña. ¿Coincidís?
–Sí, claro. Regresar de una expedición y abrazar a mi familia también es mi cumbre. Como lo es disfrutar de grandes momentos de una expedición. Por ejemplo, nunca sentí frustración por no haber llegado a la cima del Everest, ya que, en definitiva, el objetivo del proyecto era que la bandera con el mensaje “Donar sangre salva vidas” estuviera en el punto más alto del mundo. Y eso se cumplió.

–Esa facultad de no sentir frustración, ¿solés trasladarla a cada uno de los aspectos de tu vida?
–Sí, pero dentro de lo posible, ya que la frustración forma parte de todo lo que siento, como cualquier ser humano. No siempre puedo decidir no sentir frustración, de la misma forma en que no puedo evitar sentir felicidad o tristeza. Lo que sí hago es plantearme objetivos muy chiquititos: cuando los concreto, se transforman en logros inmensos y heroicos. Por otro lado, me los planteo muy cercanos, porque la posibilidad de fracasar también está muy próxima. Entonces, al materializarlos rápidamente, si no me gusta el resultado, tengo la posibilidad de abandonarlos y ponerme a buscar algo nuevo otra vez.

–En tus elecciones se nota que, ante todo, la prioridad es la felicidad.
– ¿Acaso hay alguien que no quiera ser feliz? Igual, en un mundo donde estallan bombas atómicas y donde hay gente que mata indiscriminadamente, elegir ser feliz también es una búsqueda. Yo me preocupo cada día por tratar de ser feliz.
En el aire
Dirigida por Manuel González Gil, la obra narra una historia íntima y emocionante. Facundo Arana se pone en la piel de Marcos, un locutor de radio que transmite su programa desde el modesto escenario teatral de un pueblo perdido. En la pequeña sala del porteño teatro Tabarís, el actor toca el saxo, canta y hace reflexionar al público sobre el amor, los recuerdos, la muerte, el sentido del arte, y la felicidad. La crítica coincide en que es uno de los personajes más logrados de toda su carrera.

Quién es Facundo Arana
Protagonizó algunas de las telenovelas más exitosas de nuestro país, que, incluso, le dieron fama internacional. En 1993, en su primera serie, Canto rodado, interpretó a Ramiro (el personaje inspirado en él mismo). En 1997 llegó su primer éxito televisivo, de la mano de Cris Morena: Chiquititas. Un año después, y gracias a Muñeca brava (su coequiper fue Natalia Oreiro), su carrera se consagraría en Rusia, Israel, Rumania, Polonia y gran parte de Latinoamérica.

También desplegó su talento en Yago, pasión morena, Sos mi vida, Padre Coraje, Vidas robadas, Farsantes y Noche y día. En teatro, encabezó, junto a Pepe Soriano, Visitando al Sr. Green (2005). En 2007 hizo Codicia y, más tarde, Poder se puede (junto a Nicolás Scarpino). Junto a su banda TBLO (The Blue Light Orquestra) editó su primer álbum, Salir a tocar, con el que viajó en gira por todo el país (y hasta lo presentó en Rusia e Israel). “También me gusta escalar, pilotear aviones, bucear, surfear, volar en parapente, andar en kayak, y quedarme sentado mirando el atardecer”, agrega el multifacético actor.