Rodrigo De la Serna y Joaquín Furriel actuaron a sala llena y a total beneficio del Colectivo Cultural que está recuperando el antiguo cine Gloria en Ingeniero Maschwitz.
La luna llena se elevaba sobre el Teatro Seminari para volver más especial la noche del sábado 29. Con dos funciones colmadas de espectadores y a total beneficio de la ONG Colectivo Cultural se presentó la obra “Lluvia constante” de Keith Huff, representada por Joaquín Furriel y Rodrigo De la Serna con dirección de Javier Daulte.

Lluvia constante (en idioma original “A Steady Rain”) fue estrenada en Broadway en 2009 (EEUU); la versión argentina estuvo a cargo de Fernando Massllorens y Federico García del Pino y trata de la relación de amistad entre dos policías, relación que se remonta hasta la infancia, un afecto que sobrevive a las diferencias de carácter entre los personajes (Rodo y Dani respectivamente) hasta que una situación extraordinaria los obliga a asumir un destino que nunca hubieran imaginado.

En las tablas del Seminari los espectadores vieron como ambos personajes devienen en héroes trágicos, quizás intentando evadir el destino: el de Rodo, alcoholismo y soledad; el de Dani, ser un buen padre de familia mientras satisfacía sus deseos sexuales con una prostituta llamada Velma. Pero la tragedia, como la lluvia que se escucha en la obra, se cierne sobre ellos a raíz de una serie de desgracias -acaso producto de las decisiones de Dani- y se sabe si su amistad es a prueba de balas. Los recursos de la obra son los quiebres temporales, la narración oral de cada uno de los personajes, incluso peleándose por imponer su propio punto de vista ante los espectadores.

Las actitudes de ellos van cambiando. Furriel personifica a un amigo un tanto sumiso que sobrevive bajo las alas de Dani y su buena interpretación conmueve cuando convence sobre el amor incondicional que siente por la familia de su partener. Lo de Rodrigo De la Serna es brillante: se luce con el trabajo del cuerpo sobre el escenario en la piel de un tipo tan violento e impulsivo y, sin embargo, logra que el público (con el que se da un juego de ida y vuelta) celebre sus frases más violentas y discriminadoras.

Un bondi Cultural

A partir de la recuperación del antiguo cine Gloria, en Ingeniero Maschwitz, la ONG liderada por Marcos Federman se propuso poner en condiciones dicho lugar, abandonado por décadas. La maratónica obra no se puede hacer de un día para otro pero seguramente lo recaudado servirá de ayuda. En declaraciones a la prensa el presidente del Colectivo afirmó estar muy contento y con un balance muy positivo por el gran trabajo que habían realizado el conjunto de los “colectiveros” ya que nunca en la historia del Seminari se había podido realizar dos funciones continuadas sin ninguna butaca vacía. La nave central del antiguo cine quedará para más adelante (por la importancia de la obra) pero con lo recaudado construirán los baños y un salón más para los talleres brindados por dicha organización. “Para brindar a todos la dignidad de cag… en un cuarto de baño de material y limpio”, bromeó en declaraciones off the record.

Es de destacar la solidaridad de los artistas, del director, del stage manager Sebastián Polito, de los productores de la obra así como los técnicos: escenografía, sonido, luces, vestuario ya que trabajaron “ad honorem” para colaborar con el Colectivo Cultural que sólo debió pagar fletes y derechos de autor. Es poco habitual que productores y técnicos formen parte de los shows a beneficio de organizaciones sin fines de lucro.

Rodrigo De la Serna (el colectivero más famoso del mundo) habló con la prensa y expresó: “Siento mucha emoción y un doble orgullo, porque vi cómo se articuló un laburo muy difícil de parte del Colectivo Cultural, que fue la difusión, la venta de las entradas, las dos funciones en un mismo día, que en este teatro no es algo que se pueda dar fácilmente. Ver la emoción que hay y lo bien que funcionamos como ONG y como grupo humano me da mucha satisfacción y muchas ganas de seguir laburando con ellos”.

Por su parte también Joaquín Furriel señaló: “Rodrigo me fue interiorizando de lo que estaban haciendo, sé que es un espacio que a él le hizo y le hace muy bien, entendí su compromiso y en el momento que surgió la posibilidad de hacer estas funciones me pareció que valía la pena hacerlo, porque le iba a hacer bien a él y también me hace bien a mí. El espíritu que tiene el Colectivo Cultural es algo que comparto y, por otro lado, disfruto mucho de hacer la obra, hago lo que me gusta, tengo esa bendición de poder vivir de mi vocación y eso también lo siento como algo que me da mucha felicidad”.

Llovió piedras sin llover

Dos perlitas de la noche del sábado las dieron, sin lugar a dudas, un conocido escobarense de la televisión y la política, que intentó ingresar a ver la función sin entrada y sin intención de pagarla. Hay que aclarar que las localidades se habían agotado unos días antes y el teatro tiene un número de butacas inmodificable.

Y la otra fue cuando por la madrugada las chicas apostadas en la puerta del teatro empezaron a los gritos. En seguida salió Joaquín Furriel por la puerta del espacio lindero al Seminari y subió apresuradamente a su auto que estaba estacionado en la puerta del teatro. Prendió las luces, arrancó el auto y dio marcha atrás apenas unos metros de distancia.

La treintena de mujeres que hacían guardia en la escalinata, en la puerta de reja y alrededor del auto se quedaron pasmadas. Un grupo de señoras que esperaban un poco más allá exclamaron en voz alta: “Ah, nooo… ¿Quién te creés que sos?”. Se dieron vuelta dispuestas a marcharse hacia Tapia de Cruz. Furriel apagó el auto y bajó tranquilamente (unos minutos después llegaría el camión del flete para estacionar en la puerta del teatro). Firmó autógrafos, se sacó todas las fotos y estuvo tan accesible que más de un varón se animó a sacarse una foto con él. Las mujeres ofendidas no volvieron, le habían gritado indignadas cuando pensaron que subía al auto para irse sin siquiera saludar como un Narciso moderno.